viernes, 27 de mayo de 2016

Superviviente

Sobreviví al lobo.
Fue hace cuarenta años.
Mi abuela y yo sobrevivimos al lobo.
En aquella misma cabaña.

Me dejó una cicatriz en el brazo y otra en la mejilla. Entonces era muy pequeña. Sobrevivimos con la ayuda de un cazador. No se como nos encontró. Tampoco gritamos tanto. Con el tiempo llegué a pensar que vino ex profeso. Quizás era el amante de mi abuela. Nunca se lo pregunté.

Ya no pude ser princesa. Las princesas no tienen cicatrices, no vienen con defectos de fábrica. Pero sirvió para alejar babosos. Un tiempo. Después fui interesante. Tenía algo que contar. Algo diferente al resto.

Más adelante, en la facultad, sobreviví a un par de novios sobones, otro calzonazos y alguna que otra entrevista machista. Luego conocí a Marcos.

También sobreviví a un accidente de tráfico.
Marcos no.

Hace una hora tiritaba de frío al sumergirme en la charca.
Ahora parece que hay menos agua. Y el aire esta caliente.

Tanta luz.
Parece que amanece.

La cabaña arde.
El bosque entero arde.
Desperté cercada por las llamas.
Arden los rosales. Arden los zarzales enmarañados, cenizas calientes incendian las hierbas del terreno. Hasta el césped arde en una franja curvilínea. Que curioso.
Ha caído una rama encima del coche. ¿He dormido mucho rato o el incendio se ha propagado muy rápido? No llego a concebir que ha ocurrido. Pero arde todo.
Un gran pino en plena combustión bloquea el único camino de salida. Abandono el vehículo cubierta con un gran abrigo de paño y un pañuelo cubriéndome la cara.

Aquí estoy.
No puedo huir, el aire se hace irrespirable.
Ya no parece tan buena idea sumergirse en el agua. Tengo los músculos agarrotados y las yemas de los dedos rugosas.

No puedo moverme.
La charca ahora es fango.
Me he hundido en el barro hasta las rodillas.
Hace mucho calor.
Es increíble que ningún árbol se me haya venido encima.

El fuego remite.
Los rayos de luz del sol del amanecer se entremezclan con las luces remitentes de las llamas.
Llevo horas en tensión.
Lloraría si me quedarán lágrimas.
Toso.
Estoy muy cansada. No puedo sacar los pies del fango. El abrigo húmedo pesa cientos de kilos. No tengo fuerzas. No soy capaz ni de quitarme la capucha. Me tumbó en el sucio lecho de tierra. Sólo voy a descansar un poco.

Soy una superviviente. Sobreviví al lobo.